Nuestro cuerpo necesita de los alimentos para mantenerse sano y con energía, pero cuando esto se vuelve el centro de tu día o te hace sentir culpa, temor, frustración, algo en la relación con los alimentos dejó de ser saludable.
¿Alguna vez te preguntaste qué pasa por tu mente cuando querés comer? Justo en ese momento cuando te ataca la urgencia y te comiste casi todo muy rápido, casi sin saborear, te costó parar y perdiste el control. Te empezás a cuestionar, a reprochar o te ponés a pensar que tenés que compensar con algo. Es acá cuando tenés que hacer una pausa y respondé honestamente: ¿qué tipo de relación tenés con la comida? Desde ya te digo que es posible aprender a vincularte sanamente, buscar las causas y romper el ciclo.
Establecer un vínculo saludable con los alimentos significa tener la libertad de comer por razones fisiológicas, detenerte cuando estás satisfecho (tanto cuerpo como mente) y elegir flexiblemente cómo, cuándo y qué comer. Si esto no ocurre, es momento de evaluar si la comida se convirtió en un mecanismo para tratar otras cosas más profundas y complejas.
Si después de comer además te sentís mal, entonces no solo es momento de revisar la función que le das a la comida, sino el lugar que le das a tu cuerpo, a vos y a tu salud. La mentalidad de dieta está tan naturalizada en nuestra cultura que muchas veces no nos damos cuenta que nos quitó el permiso para comer, es nuestra tarea cuestionarla y ser conscientes de su efecto.
Si pensás que podrías tener una relación poco saludable con la comida, estoy acá para decirte: calma que esto tiene solución. Para moldearlo es necesario comenzar por tomar consciencia, aceptar y volver a pensar en la comida como una fuente para darle al cuerpo energía, mientras buscás herramientas para regular lo que te está pasando. Puede parecerte difícil, especialmente si hace tiempo que experimentás este tipo de situaciones, pero es posible cambiarlo y mejorar tus hábitos de alimentación.
Avanzá de a pequeños pasos, un día a la vez. Mirá hacia adentro, animate a trabajar o regular tus estados emocionales y la forma en la que te hablas (tratate amablemente, siempre). Buscá formas más adaptativas de manejar el estrés, lo que sentís no se resuelve con la comida.
Lo que te propongo es que dejes de pensar en términos de todo o nada, soltá la comparación y adecuá la autoexigencia, nada de esto suma. ¿Acaso no son cosas que te llevaron donde estás hoy? Por último pero no menos importante, reconocé cuándo buscar ayuda.
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