Si estás acá leyendo este artículo es porque estás cuestionando el vínculo que tenés con tu cuerpo.
Antes que nada, te propongo que comencemos perdonándonos por los comportamientos de supervivencia que tuvimos que adquirir para atravesar situaciones dolorosas en la vida, por las veces que nos desconectamos, por las veces que lo juzgamos y tratamos duramente.
Debemos entender que hicimos lo mejor que podíamos hacer en ese momento.
El vínculo que construimos con el cuerpo no aparece desligado del contexto, sino que está relacionado directamente con nuestra historia de vida, con conductas y creencias que aprendimos y que heredamos, con miradas, dichos que nos marcaron.
Esta relación se encuentra reforzado además por una cultura de la imagen y la dieta que impone estándares de belleza poco reales y que fomenta la creencia que debemos adherir a ellos para “encajar”. Esto no es así y entenderlo es la base para poder comenzar a sanar el vínculo con nuestro cuerpo.
Para comenzar definamos de qué hablamos cuando decimos que algo es saludable en el marco de este artículo.
Saludable es todo lo que nos hace bien desde una visión integral. La salud es algo que no se puede ver en una foto o en una talla, no es un número.
La salud tiene que ver con la flexibilidad, la adaptabilidad, el cuidado, el aprecio y la amabilidad que cada quien tiene para con sí mismo. A su vez, también se relaciona con la capacidad para conectar, atender y darle al cuerpo lo que necesita, distinguiendo y respetando esos pedidos.
La salud es no estar pendiente todo el tiempo del cuerpo y la comida, sino que se trata de aceptar y sin estar en una lucha constante. Estar saludable incluye reconocer también las emociones y gestionar mis estados internos para darles lugar y no volcarlos en el cuerpo o la comida de un modo desadaptativo.
Tener una relación saludable incluye sentirse cómodx en el cuerpo que habito, en calma con la comida y en paz la relación conmigo mismo.
Este vínculo incluye la vivencia y la valoración que hacemos de esa experiencia corpórea, la imagen corporal. Esto es la representación que formamos internamente de nuestro cuerpo. NO corresponde necesariamente a la apariencia física real.
Y es aquí donde aparecen esos casos en los cuales uno se percibe de una forma pero en realidad no es así, las fluctuaciones y las distorsiones de la imagen corporal. ¿No les pasa que un día se ven bien y al rato maso y luego al día siguiente mal? Su cuerpo no cambió, su percepción de él si.
En la sociedad occidental un tercio de las mujeres y un cuarto de los hombres presentan insatisfacción corporal. Esto tiene que ver con ciertos ideales de belleza impuestos que nos hacen pensar que hay algo que está mal en nosotros si no nos adherimos a él.
No olvidemos que la industria se beneficia de que dudemos de nuestro valor, así se fomenta la búsqueda a toda costa de cumplir con determinada estética. Y como consecuencia aumentan las comparaciones, las restricciones, las obsesiones y se acaba por cambiar la funcionalidad por la apariencia. Esto es un problema, entre otras cosas, porque las conductas destinadas a modificar lo físico no sólo no resuelven el conflicto de base, sino que lo perpetúan y nos hunden en un bucle difícil de desarmar.
El problema no está en el cuerpo, sino en lo que se forja subjetivamente de él y esto como dijimos está influido por los "tengo que" adquiridos. Por eso, es necesario comenzar el trabajo de adentro hacia afuera, y no a la inversa.
Primero reflexionemos juntxs, yo puedo alcanzar por ejemplo X peso, pero si no resuelvo el conflicto de insatisfacción, ese peso va a estar lejos de hacerme sentir bien. Aquí tengo que pensar en cuál es el motivo por el cual buscaría tener determinado cambio físico y lo que pongo allí. Por ejemplo, pensar que me voy a sentir con más confianza, más comodx, más feliz.
Pero, ¿se dan cuenta de que no tiene que ver con el cuero ni el peso? Lo que estoy buscando es sentirme mejor conmigo mismx, entonces, la salida es mejorar la relación que tengo, la vivencia, la valoración que hago de mí y NO el peso o el cuerpo como tal.
Entonces, ahora podemos ver que los castigos, las dietas locas, la restricción, la rigidez, además de no colaborar en la salud del organismo, tienen un impacto directo en la parte psicológica, en las emociones y específicamente en los sentimientos de capacidad y la autoestima, y esto representa la valoración que hacemos de nosotros mismos.
Mejorar algún aspecto tuyo tiene que ser la consecuencia de un proceso de aceptación y cuidado, sólo ahí se da el cambio. Uno puede querer cambiar algo del cuerpo, pero solo se sostiene si lo hago desde un lugar amable.
Además, hay que por fin cuestionar que muy gordo o muy flaco equivale a algo malo, que tener cierto peso equivale a estar saludable, y que importa más la apariencia que cómo uno se siente por dentro o la calidad de vida que tiene.
No se trata de que te guste todo de tu cuerpo, pero sí de entender que es maravilloso y funcional, que te mantiene vivo, que te permite caminar, respirar, reír, abrazar, compartir; y que eso es más importante que la apariencia. La apariencia es la característica menos interesante de una persona.
Aceptar a tu cuerpo es tolerar y admitirlo como es sin juzgarlo, es dejar de luchar, dejar de hacer berrinches y dejar ir el resentimiento. Sólo desde ahí se puede construir aprendizaje y un cambio significativo y duradero, porque uno conecta con los valores y entiende la necesidad que sostiene ese proceso.
Estos son algunas cosas que podés hacer para llevar a la práctica todo lo que te he compartido.
1. Preguntarse qué puede haber detrás, qué lo genera.
2. Revisar el estándar de belleza, la cultura de dieta y cómo eso te afecta.
3. Dejar de chequear tu cuerpo, compararse, criticarse, dejar la medición constante. Especialmente en los días en los que peor te sentís.
4. Buscar cosas que te gusten de él, frente a cada pensamiento negativo que aparezca, buscá desafiarlos.
5. Cuidar la forma en la que te hables y trates al cuerpo (autocompasión, amabilidad, como tratarías a un ser querido).
6. Pensar que el cuerpo es más que un envase, velo como parte de vos y poné el foco en la funcionalidad que tiene. Es importante enfocarse en lo que te permite hacer, experimentar, sentir y no en cómo se ve. Cuando alguien te extraña, no extraña tu panza, extraña todo de vos.
7. Respetar a tu cuerpo como él te respeta, es fundamental para habitarlo, por eso es importante tratarlo con más amabilidad. Años de comportamiento aprendido no se cambia en un momento, así que ve poco a poco.
8. Respetar los tiempos personales y el proceso, sin forzar.
9. Aceptar sin juzgar, sin lucha. No te tiene que gustar necesariamente, pero solo desde el respeto se puede cambiar la relación que tenés con tu cuerpo.
10. Chequear con qué personas te relacionás, las cuentas que seguís en redes y los comentarios que habilitas. ¿Cuándo es apropiado opinar sobre el cuerpo de alguien? NUNCA, no lo habiliten, pongan límites.
Basta de ir en contra de la salud con una cosa tras otra a cualquier costo sin detenerse a reflexionar por qué uno se somete a eso y cómo me afecta. Sentir insatisfacción con el cuerpo es un comportamiento aprendido a lo largo de la vida y reforzado culturalmente. La buena noticia es que se puede desaprender.
¿Cómo lo podés hacer? Dale más información al cerebro, recuerda que los cuerpos vienen en todas las formas y tamaños y que no hay necesidad de "arreglar" nada, solo hay que cuestionar esos "tengo que” y trabajar internamente.
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