Esta es una de las preguntas más buscadas frente a ciertos síntomas persistentes. Déjame que te cuente una buena noticia: es imposible o poco probable que todo lo que comas te caiga mal. Si bien hay síntomas que resultan ser inespecíficos, como la distensión abdominal, la hinchazón, los gases y los ruidos intestinales; no podemos neutralizarlos cuando comienzan a molestarnos en el día a día.
Estos síntomas deben ser evaluados, en primera instancia, por un médico gastroenterólogo junto con exámenes de sangre, interpretación de antecedentes, historia clínica y estudios médicos que sean necesarios.
Además, se conoce que ciertas patologías específicas tienen un tratamiento nutricional particular. Por ejemplo, el único tratamiento para la enfermedad celíaca es la dieta libre de gluten, pero es distinto en los Trastornos Gigestivos Funcionales (TDF).
Trastornos Digestivos Funcionales
En el caso de un TDF no hay ningún órgano dañado y la condición se interpreta como libre de amenaza o riesgo de vida. Es un conjunto de síntomas y signos que llevan al paciente a perder calidad de vida. Algunos TDF son la diarrea funcional, la constipación funcional, el síndrome de intestino irritable y la dispepsia.
Aproximadamente el 70% de las personas diagnosticadas con síndrome de intestino irritable relacionan la ingesta de ciertos alimentos con la aparición de los síntomas. Es por esta razón que la alimentación resulta una pata primordial a la hora de encarar el tratamiento.
En general, los alimentos que suelen asociarse con los malestares son :
- Consumo de alcohol
- Picante
- Café o mate
- Cítricos
- Cebolla o ajo
- Lácteos
- Consumo de gluten
- Alimentos muy grasos o fritos
A pesar de esto en muchos casos no se conoce el mecanismo exacto por el cual podría llegar a exacerbar o despertar los síntomas. Lo que sí está claro es que cuando se naturalizan los síntomas, porque “no son tan graves” o porque “ te dijeron que no es nada”, hay algo que sucede que es inevitable: la pérdida de la calidad de vida.
Cuando se perpetúa en el tiempo, las ingestas se hacen cada vez más restrictivas. Se evita comer lo que se supone que cae mal, se evita comer lo que se leyó en las redes sociales que es malo para tu intestino y acuden a dietas restrictivas esperando el milagro.
La alimentación
La restricción innecesaria de alimentos, por creencias o miedos que no están fundamentados, genera a la larga una variación en nuestra microbiota intestinal. Esto hace que nos limitemos en eventos sociales, dándonos sensación de que cada vez se toleran menos los alimentos, generando deficiencias nutricionales junto con la aparición de ansiedad y depresión. Así, los mismos síntomas perpetúan este círculo vicioso.
Como te decía al comienzo, no te cae todo mal, solo no sabes qué es lo que te hace mal y te genera malestar permanente.
Sin embargo, tengo buenas noticias y se trata de las dietas de exclusión. Este tipo de dietas excluyen un solo factor sospechoso a la vez y evalúa la disminución de los síntomas para luego incorporar de a poco y poder identificar correctamente los alimentos que generan malestar.
Una de las dietas más conocidas en estos casos, es la dieta baja en FODMAPs que sirve para identificar gatillos alimentarios, para así poder ampliar la alimentación evitando la restricción excesiva. Y si querés tener recetas para almuerzos y cenas bajas en FODMAPs, ingresá acá.
En definitiva, se trata de descubrir qué te hace mal y para eso, el acompañamiento profesional de médicos, nutricionistas y muchas veces psicólogos se hace indispensable para descubrirlo. No te quedes con el concepto de que los TDF no tienen solución o que estás destinado a padecer esa distensión abdominal que tanto te incomoda.
Tampoco creas que todos los alimentos te caen mal o que las intolerancias alimentarias son para siempre porque no lo son. Como ves, hay muchísimas cosas por hacer en lo que respecta a la nutrición. Cualquiera sea el caso, el objetivo siempre debe ser ampliar y aumentar la variedad de alimentos para mejorar y hacer más fuerte tu intestino. A fin y al cabo es lo que todos queremos, ¿no?
Consultar con un profesional puede hacer la diferencia para tu salud intestinal.
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